Soy Emilio, astrólogo profesional, y te ayudo a hacerle cosquillas al cosmos…

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Sobre la meditación: un acercamiento íntimo y berlinés

Tengo la magnífica suerte de vivir muy cerquita de un centro budista, aquí en mi barrio, en Neukölln. Los lunes organizan una meditación y acostumbro a visitarlos. Me gusta el sitio por lo modesto y tranquilo; de público heterogéneo, sin propagandas. Llegas, te acomodas en uno de los cojines, meditas por una hora y listo. Si te apetece, puedes quedarte después para un té y galletitas. Dejas un donativo, charlas con el personal y tschüss!

Un domingo al mes, además, celebran una jornada especial de meditación. El otro finde me animé a asistir y lo pasé en grande. Meditamos sentados, después caminando, volvimos a sentarnos. Una práctica más larga e intensa que la de los lunes. Se nos leyó un texto budista y se nos pidió que individualmente reflexionáramos sobre por qué meditábamos. Luego hubo que sentarse por parejas para compartir las conclusiones personales.

¿Sabéis, entonces, qué me sucedió? Quizá debido a que meditar me apacigua o a que el alemán no es mi lengua materna, me resultó muy difícil encontrar argumentos. Lo único que fui capaz de articular, entre profundos silencios, es que meditar me gusta y que, de una u otra manera, siento que me hace bien.

Más tarde, algunos compañeros expusieron sus historias al resto del grupo y escuché relatos muy rocambolescos y otros extremadamente hermosos. Fue esa puesta en común la que me ha inspirado a escribir este artículo. Ya me contaréis qué os parece.

¿De qué hablamos cuando hablamos de meditar?

Con meditar nos referimos al acto de dirigir la atención sobre algo material o espiritual. Se trata de una práctica que adiestra a la mente y la orienta a conseguir un estado de tranquilidad y máxima atención. Lo más apropiado, y sobre todo teniendo en cuenta sus orígenes religiosos, sería hablar de contemplar. Sin embargo parece que el término meditar ha acabado por imponerse y, en seguida, se asocia con esta práctica milenaria. También habréis escuchado o leído acerca del mindfulness o atención plena. Aunque sus practicantes defienden su carácter genuino, me parece demasiado similar a la meditación/contemplación, sólo que en un envoltorio más llamativo.

Debates terminológicos aparte, resulta que la meditación es más antigua que el hilo negro. Sus primeros registros históricos los encontramos en los Vedas allá por el 1500 a. C. Se entiende, sin embargo, que ya desde la Prehistoria, con sus rituales de baile y cantos repetitivos -precursores de los mantras-, el ser humano medita.

Después de la tradición védico-hinduista, las siguientes referencias claras a la meditación aparecen en el budismo con su nacimiento, en el siglo IV a. C. Tanto los Yoga Sutra de Patanjali como el Visuddhimagga de Buddhagora recopilan y sistematizan la teoría y práctica de la meditación. Ambas obras coinciden en la importancia de la meditación para conectar al ser con su estado natural libre así como con la divinidad pertinente.

El giro derviche: pura meditación dinámica

En el islam también se medita: el giro derviche es un ejemplo de meditación dinámica

El cristianismo no se queda atrás y también desarrolla sus propias prácticas meditativas. En el siglo IV, Evagrio Póntico se encarga de divulgar el hesicasmo, una tradición de plegaria eremita. Los hesicastas eran monjes y anacoretas que abandonaban las ciudades romanas para vivir en soledad en los desiertos de Siria y Egipto. Entre sus métodos para alcanzar la paz interna y la comunión con su dios destacaba la oración continua. Algunos teóricos advierten en el hesicasmo una posible influencia de la mística India aunque bien podría haberse tratado de un movimiento inverso o incluso espontáneo.

Como si todavía no fuese evidente que todos venimos del mono, tanto en el judaísmo como en el islam de nuevo se subraya la trascedencia de la meditación. Los judíos utilizan la palabra hitbodèbout -de acuerdo con los textos del cabalista Abraham Aboulafia- y en el islam se desarrolla la murakaba. Una bellísima muestra de murakaba es el giro derviche, esa hipnótica danza sufí; pura meditación en movimiento.

Meditación para todos: los bajitos, los flacos, los gordos, el perro y el gato

Con el advenimiento del siglo XIX se realizan importantes traducciones de textos sagrados. El colonialismo europeo vendrá acompañado de un creciente interés por las culturas orientales. Figuras como  Blavatski, Vivekananda, Gurdieff o Krishnamurti serían propulsores de un acercamiento del yoga y las prácticas meditativas a Occidente, que acabarían de popularizarse a lo largo del siglo XX. D.T. Suzuki y Chogyam Trungpa se encargarían de teorizar sobre budismo y la espiritualidad Zen y tibetana.

Durante la década de los cincuenta del siglo pasado, el movimiento beat pone de moda a las religiones de Oriente. Llámese snobismo, contracultura o capricho oportunista, lo cierto es que fumar yerba, cantar mantras y meditar se vuelve guay. Se trata sólo del comienzo. En 1958, el religioso Maharishi Mahesh funda el movimiento de Meditación trascendental y, a partir de los sesenta, trasladado a los Estados Unidos, acompaña al movimiento hippy y se convierte en el gurú de famosos como los Beatles, Clint Eastwood o Mia Farrow. Ahora que las estrellas del cine y la música meditan, la meditación deviene otro producto más de consumo.

Más tarde surgirían otras personalidades con gran número de seguidores como Sai Baba, Osho o el Dalai Lama, que en 1989 recoge el Nobel de la Paz. A estas alturas, en muchas capitales ya han oído hablar de la meditación. Se difunde como antídoto o contrapeso al estrés asociado a Occidente, propio de las agitadas megaurbes.

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Tenzin Gyatso, actual Dalai Lama, fotografiado de pequeño

Es interesante comprobar cómo, adentrados en el siglo XXI, la meditación se ha ido despojando del aura esotérica y sus connotaciones religiosas y, poco a poco, apunta a convertirse en una práctica sencilla y útil al alcance de todos.

En la actualidad nos desborda la información al respecto: libros, vídeos, sitios de internet, charlas y centros en el barrio… Ahora es posible que tanto el amo de casa, como la mujer de negocios o el refugiado universitario saquen su ratito diario para meditar sin tener que retirarse al desierto. A fin de cuentas se trata de buscar maneras para ser feliz.

Beneficios de la meditación. La práctica continua es la clave.

Después de esta larga intro, imagino que andaréis con ganas de saber qué beneficios reporta el meditar. Voy a enumerar algunos que considero interesantes e incluyo enlaces para los que deseen más información.

  • Estimula la producción de glóbulos blancos y fortalece el sistema inmunológico, favoreciendo una recuperación más rápida de enfermedades y lesiones (Fuente).
  • Reduce la presión arterial y la frecuencia cardiaca. Propicia un ritmo cardiaco más lento y una menor tasa de consumo de oxígeno. Vamos, que previene enfermedades cardiovasculares (Fuente).
  • Aumenta la materia gris en zonas del cerebro encargadas de la regulación de emociones, coordinación y memoria, optimizando sus funciones (Fuente). Esto se traduce en más felicidad, mejor movilidad y rendimiento en procesos de aprendizaje.
  • Disminuye los índices de cortisol en suero (Fuente) y, en general, favorece el estado de relajación en el sujeto. Por eso te quedas tranquilito después de meditar. Esto convierte a la meditación en un complemento terapéutico interesante frente a enfermedades mentales -depresión-, desórdenes alimenticios -anorexia, bulimia (Fuente)-, y tratamiento de adicciones.

Ojito que tampoco trato de venderos la moto. Una sesión de meditación, al igual que cualquier ejercicio de respiración, suele conllevar un efecto inmediato de relajación. Sin embargo, para obtener beneficios importantes os va a ser necesario una práctica constante, repetida a largo plazo. Por otro lado, algunos estudios han revelado efectos adversos de la meditación según para qué sujetos (Fuente).

En tu casa o en la mía. Primeros pasos con la meditación.

Me encanta meditar acompañado pero no tengo la oportunidad de hacerlo cada día. Entre tanto, acostumbro a meditar solo en casa. ¿Que cómo lo hago? Pues más simple, imposible: activo la alarma del móvil para el tiempo deseado, me siento en el zafu o cojín para meditar -he usado almohadas dobladas, cojines del sofá y hasta un banquillo de madera-, y me concentro en la respiración. Cuando suena la alarma del teléfono estiro las piernas que a veces se me han entumecido y, poco a poco, termino de despabilarme.

Se trata de una meditación un tanto básica. Tengo otros días más creativos en los cuales enciendo una vela o una varita de incienso, pongo música a tono o uso un mandala o una imagen bonita en la que reposar la mirada. Pero de verdad que con mucho menos también me apaño.

meditation-poses

De la sofisticada “postura de flor de loto” a la simpleza de sentarse en una silla

Es importante deshacerse de prejuicios acerca de la meditación y no creerse que uno debe entrar en trance, dejar la mente en blanco, ver a los ángeles o relajarse como en la hora de la siesta. SUPERFALSO. Que no os cuenten historias: se tratar tan sólo de buscar un lugar tranquilo, una posición sentada natural y cómoda -mirad la ilustración- y enfocar la mente en una sola cosa.

Aquí las posibilidades son múltiples: podéis concentraros en la respiración, en el entrecejo, en la punta de la nariz -los ojos se mantienen semiabiertos-, en los latidos del corazón, en las palmas de las manos si se realiza un mudra… Podéis hacer cuentas mentales del 1 al 10, del 1 al 20, del 1 al 900… O repetir mantras en sánscrito, en chino o en tuttifrutti. Y aunque no sea lo mismo salmodiar Sat Nam que Yo me amo o que Tu aliento huele a peo el principio de concentración y alejamiento de distracciones se mantiene.

Con la práctica, y sobre todo al principio, vais a comprobar cómo la mente se sale por peteneras, ofrece excusas, resistencia y todas las distracciones posibles. De pronto, uno ya no está pendiente de la respiración ni del entrecejo ni del mantra puñetero; uno está en lo de siempre, es decir, lo que vendrá o lo que fue. No pasa nada: vosotros, con paciencia y mucho mimo, regresáis al objeto, sensación o lo que sea que hayáis elegido para la concentración. Nada más.

Una vez hayáis terminado de meditar, ya os podéis enganchar al móvil, bajar al súper, sacar al perro… Sois libres para regresar al continuo rumiar de la cabeza. Sin embargo, la idea es que el tiempo que dediques a meditar mantengáis esa intención de concentración en una sola cosa.

Hasta aquí puedo contar mi experiencia. Los más inquietos saben que tienen inagotable información en la red y los todavía más inquietos pueden aventurarse a apuntarme sus dudas u notas aquí abajito. Os dejo, además, una pequeña muestra de mis centros favoritos de Berlín, por si queréis meditar en grupo que, ya digo, mola muchísimo.

  1. Shambalah: Los tengo al lado de casa, así que no me puedo quejar. Ofrecen meditaciones con donativo cada lunes y el primer domingo del mes. Budismo tibetano.
  2. Osho-Mauz Berlin: Muy cerca del canal de Maybachufer, su programa incluye un sinfín de meditaciones, también con donativo. Meditación Dinámica, Kundalini, de los Chakras y otras con nombres más rimbombásticos, al gusto de Osho.
  3. Die Buddhistischen Zentren Berlin der Karma Kagyü Linie: Estos chicos son también budistas tibetanos, de la escuela del Camino del Diamante. Tienen dos centros, uno en Pberg y otro en Schöneberg (sólo conozco este último). Meditaciones gratuitas casi cada día y de media hora, así que es buena opción para empezar.
  4. Zen-Yoga Berlin: Si os soy sincero, nunca los visité pero durante un tiempo me atrajeron sus meditaciones sueltas de los domingos. Ahora sólo ofrecen cursos especiales y de fin de semana. Me parece interesante para aquellos que no hablen alemán. Sus clases son en inglés.
  5. Das Buddhistisches Haus: Este es un lugar precioso, en el barrio de Frohnau. Una vez leí que era el templo budista más antiguo de Europa, aunque no parece demasiado viejo. En cualquier caso, si te gusta la meditación, bien se merece una visita. Tienen una sala para meditar abierta diariamente de 9 a 18. Super recomendable. Mi favorito si no fuera porque está en la quinta puñeta.

*

Y ahora sí que me despido. La propuesta sigue vigente: animaos a comentar aquí abajo si meditáis, lo que sentís, si conocéis otros centros… Compartid vuestras experiencias. A fin de cuentas, las opciones son infinitas y el viaje muy personal. Por mi parte espero haber dejado claro mis argumentos: sé que meditar me gusta y siento que me hace muy bien.

Mil gracias. ¡Nos leemos muy pronto!

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3 Comentarios

  1. Hola Emilio. Yo estuve en Berlín y visite the buddistisches haus y me pareció maravillosa.
    Gracias por el artículo. ¡Te sigo siempre y no me pierdo tus boletines! Abrazos desde Tenerife. Ágata.

    Responder
  2. ¡Me ha encantado!
    Se puede meditar en cualquier circunstancia o lugar. Basta con aquietar la mente y dejar que fluya la consciencia.
    Gracias.

    Responder
    • Muchísimas gracias, Mary. Como bien dices, se puede meditar en cualquier momento y con cualquier acción: desde conducir a cocinar a sumergirnos en una buena lectura. Nos leemos muy pronto.

      Gracias de nuevo.

      Responder

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